El modelo educativo actual, basado en la lógica, el lenguaje y la memorización, ya no responde a las capacidades, conocimientos y comportamientos necesarios para el siglo XXI. Los gobiernos buscan economías de alto valor y alta cualificación, que requieren una mano de obra altamente cualificada con competencias transversales más amplias como la colaboración, el pensamiento crítico y la comunicación eficaz, competencias que ayudarán a los trabajadores a prosperar en un mundo cada vez más complejo e incierto.

Por tanto, el modelo educativo debe centrarse en el desarrollo de competencias de aprendizaje permanente, en lugar de limitarse a obtener una cualificación o unas competencias que pueden quedar obsoletas con el tiempo. En otras palabras, la educación debe evolucionar al ritmo de la industria y la economía, especialmente en el ámbito de la Educación y Formación Profesionales (EFP), donde muchos formadores no se han adaptado a la rápida evolución del entorno laboral y sus exigencias.